Mostrando entradas con la etiqueta ejercicios de libertad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ejercicios de libertad. Mostrar todas las entradas

martes, 2 de junio de 2015

Los buenos autores

.

Boris tiene la manía de explicarme los autores.
-Este escritor es muy mental -me dice-, parece una máquina, un robot. Cuando lo lees descubres que en sus escritos no hay rastro de sentimiento. Cero por ciento de humor. Un pesado. No me gusta nada.

-No me cuentes cómo es – le digo. Y siento que estoy en un bucle, o viviendo por enésima vez el mismo déjà vu.

A mí me gusta descubrir la literatura por mí misma, desde mi interior. No necesito que ningún maestro se pasee a mi lado contándome, como si fuera boba, de qué manera debo entender lo que leo. Pero a él le da igual mi opinión (o mi queja). Insiste: - Te lo digo porque es infumable; no vale la pena leerlo-. Y quitándome el libro que tengo entre las manos, lo tira, con un gesto de desprecio, encima de la mesa de saldos. Horror. En esos momentos ardo en deseos de morderle el cuello,o de arañarlo, pero me contengo.

-Boris.
-¿Qué?
-¿Te has dado cuenta de que acabas de quitarme de las manos, un libro?
-¿Cuál? ¿El de K. G. Holmes? No, no me dí cuenta. Pero en el fondo te hice un gran favor.
-Mirá, sos un cara de culo -le digo (y no puedo evitar recurrir al idioma sudaca -que aprendí en el vientre de mi madre y durante mi niñez- para hablar de mis impresiones más íntimas). -Me tenés hasta los huevos- concluyo.

Él se queda mirándome asombrado, con cara de niño asustado. Conozco muy bien esa expresión desde hace años: es la que usa para ganarme las discusiones, o para hacerme sentir culpable.

-Cambiá esa cara, pelotudo: esta vez no funciona.

Y es verdad. Comienzo a caminar hacia el fondo de la enorme librería y paso de él. Lo dejo solo, abandonado. Estoy furiosa; la rabia me hace temblar. Me tiene harta: me hace sentir imbécil, inferior, tarada, y... yo qué sé. Me agota esta relación, pero no sé cómo salir de este círculo vicioso.

Llego hasta los estantes de poesía. Toco los lomos de colores, las letras preciosas. Le doy catorce segundos para que venga a mi lado: doce, once, diez, nueve, ocho... ya está tardando. Me giro: no lo veo. Con mi vista recorro el local; no está. No está. ¿Cómo? Se fue... ¡Será hijo de puta!

Taconeo la librería mirando por todos lados. Nada. Tengo ganas de llorar: me dejó sola, perdida entre un montón de malos autores. Poco a poco, esa antigua culpa mía, la de toda la vida, me va tomando por asalto. Me ocupa entera, hasta que no puedo más y decido llamarlo por teléfono. Marco su número y espero... En algún lugar de la librería suena un teléfono con el mismo tono que el de Boris. Qué coincidencia, pienso. El sonido se detiene justo al mismo tiempo en que él me contesta. ¡Será capullo!-pienso-, ¡está aquí, escondido! Me pregunta con displicencia:
-¿Qué quieres?
-¿Dónde estás?
-Me fui.

Camino con sigilo entre mesas, estantes, en dirección al sitio desde el que surgió la musiquita del móvil. Llego a una estantería baja: al otro lado, agachado, está él. Corto.

-No puedo creer lo que estoy viendo .

Me mira desde abajo con gesto impertérrito. Se pone de pie, se arregla el jersey.

-Boris, ¿no te parece que tenemos una relación muy extraña, por no decir, insana?

No me contesta. Se gira ofendido, me da la espalda. Elige un libro.

-Toma -me dice-. Te va a gustar. Éste sí que es bueno; no como la mierda de libro que llevas ahí.
-¡Ah, no! Ya está. Nos vemos otro día. No me jodas más. No me jodas más. Andá a hacerte ver: hacé algo contigo de una vez, pero no me comas la cabeza. No puedo más con esto. Así no, Boris, ¿no entendés?
-No -me dice con tranquilidad-. No entiendo. Te doy todo lo que sé, lo hago por amor y nada te conforma. Creo que tú también deberías mirarte alguna cosilla, ¿no?
-Boris, desde que te conocí que voy a un psicólogo.
-Pues no te funciona: todo sigue igual.

Y tiene razón. El muy imbécil tiene razón: todo sigue igual. No avanzo; solo doy vueltas en círculo.

-Tenés razón- le digo.
-Sí, lo sé- me dice él.

Y nos quedamos mirando como dos pendejos lectores; como dos niños que juegan; dos niños solos. Yo leo en su frente un cartel pintado con letras iridiscentes que me dice: TE AMO. Y él, con su aguda mirada de lector, descifra un mensaje críptico de mis ojos: YO TAMBIÉN.

Nos abrazamos. Caen libros desde mis manos, desde las suyas. Todos mezclados: los buenos y los malos autores, juntos, confundidos, formando un único poema enorme, mitad bueno, mitad malo. Nos besamos, nos acariciamos. A mí me toca llorar brevemente. Él, me consuela con palabras tiernas. Recogemos los libros: son muchos, y hermosos. Los pagamos. Nos los entregan en pulcras bolsas que huelen a librería (perfume orgásmico, para nosotros). Boris me coge por la cintura, me besa en el cuello; yo me río y le acaricio el pelo: es tan alto, tan guapo, tan maravilloso...

.

lunes, 4 de mayo de 2015

Heidi Sheppard, canalizadora: la historia de cómo fue

.

Por Antóon Bas




A la tarde de aquel día aciago comenzaron a darse las primeras manifestaciones de lo que luego se convertiría en un hecho sin precedentes que marcaría, sin lugar a dudas, un antes y un después en la vida de Heidi y Klumbert.

Esa tarde del 21 de abril de 1965, como siempre, la pareja tomaba su merienda en el salón (Klumbert calcula que sería alrededor de las 17:30h) cuando notaron un leve parpadeo en las luces encendidas de la habitación.
A pesar de estar en primavera, afuera, un violento vendaval azotaba las calles y, debido a la oscuridad que provocaba, fue necesario encender luces para poder servir el café o esparcir convenientemente la mermelada”, alega Heidi.

Cuando ambos notaron que las luces parpadeaban convinieron en que debía tratarse de un desajuste eléctrico debido a la tormenta, por lo que no dieron mayor importancia al tema y siguieron en sus quehaceres: Heidi ojeaba su revista “Lectoras”, y Klumbert leía la prensa de la tarde (“El Vanguardista”, sin ir más lejos), cuando de pronto escucharon una especie de aullido.

Al principio sonó como un gato chillando, pero pronto el sonido fue tomando fuerza y cambió el matiz: de gato pasó a lobo; después a risa espantosa, de esa que hiela la sangre y pone los vellos de punta”, recuerda Klumbert y, mientras nos lo cuenta, su voz tiembla y sus ademanes se vuelven tensos. Después de un breve silencio, en el que nos pareció que Klumbert se sumía en profundos pensamientos, tomó la palabra Heidi.

Entonces la luz se fue del todo y en la sala apareció una mujer. Vestía de blanco; llevaba el pelo largo, alborotado y una mirada anodina. Klumbert se incorporó maquinalmente y se puso a mi lado, como para protegerme, pero la mujer no se movió. Volvió a reír y, mientras lo hacía, una serie de movimientos compulsivos agitaban su cuerpo que, por momentos, parecía deshacerse. Después de reír y moverse frenéticamente, comenzó a jadear de una manera obscena (recuerdo que Klumbert me tapó los ojos, pero le quité la mano: quería ver qué sucedía); los jadeos fueron en aumento hasta llegar al paroxismo, usted me entiende...”, nos dijo la señora Heidi con cierta timidez.

A partir de ese momento, vimos cómo relajaba, cómo todo en ella, de alguna manera volvía a una calma...de ultratumba, sí, pero calma al fin”, concluye Heidi.

Klumbert nos ofreció café, encendió un cigarro y dijo:

Lo recuerdo como si hubiera pasado ayer: fue en ese momento en que se quedó mirándonos y comenzó a recitar en voz alta, con gran dificultad: cinco,
veinte, catorce, treinta y cinco, dieciocho, cuarenta y seis... Fue pronunciando la serie con calma, con mucho silencio entre una y otra cifra. Cuando terminó, repitió”, nos explica Klumbert, después de darle un sorbo a su café. “Yo estaba aterrado y asombrado, como comprenderá; pero Heidi, con esa práctica capacidad femenina había anotado todos los números en su libreta de hacer las listas de la compra. Recuerdo que tuvo dudas con la última cifra (supongo que a causa de la tensión, como comprenderá), así que le preguntó: -¿cuál es el último número, que no me acuerdo?-. Y la mujer, con naturalidad le dijo: -el cuarenta y seis-. Se había instalado entre ellas una especie de complicidad, como pude entender. Yo no dije nada: en estos casos siempre me callo”.

Al ser interrogada acerca de la presunta complicidad entre la aparición y ella, Heidi sonriendo nos dijo: “ Y sí, así fue. Inmediatamente entendí que estábamos ante una aparición de la Virgen Local y que venía a anunciarnos algo bueno para nosotros, no a traernos el mal. Eso creí. Después, en vista de los sucesos, cambié de opinión”.

Heidi no dudó en jugar la serie completa a la lotería; gracias a ella el matrimonio ganó lo que hoy en día serían alrededor de trescientos millones de euros.

Pero este momento milagroso Heidi lo vivió sola, ya que, a pesar de la inesperada abundancia obtenida, la mala suerte había comenzado a asaetear la vida de estos ejemplares ciudadanos.

Una vez hecho el anuncio numerológico, la Mujer de Blanco se disolvió en el éter. Volvió la luz. Apenas hubo desaparecido, Klumbert necesitó darle un sorbo a la botella de whisky que guardaban para las visitas, en el mueble bar. Succionó directamente de la misma, sin notar que en tres chupadas logró vaciar la mitad del contenido. Heidi lo contempló atónita pero convencida de que se trataba de una reacción normal, fruto del estrés padecido a causa de la Aparición. Lo ayudó a recostarse en el sofá mientras ella misma, muerta de miedo, recorrió la casa entera por ver si había gato encerrado. Cosa que no fue así...

Klumbert durmió cinco días seguidos. Heidi lo dejó tranquilo: avisó a su trabajo; arguyó ante el jefe de su marido que éste no podía apersonarse por hallarse indispuesto y jugó al número de lotería. Entonces sucedió lo imprevisto: mientras Klumbert dormía y Heidi velaba su sueño leyendo a su lado un nuevo ejemplar de “Lectoras”, volvió a irse la luz de la casa.

A mí se me pararon los pelos de la nuca -nos dijo-, porque supe enseguida que venía la Virgen, o la muerta, o la marciana, porque al final yo tenía mis dudas y no sabía muy bien lo que era aquello, aunque en un primer momento hubiera pensado (estaba convencida), de que se trataba de la Virgen Local. Pero no me quiero ir por las ramas. Intenté despertar a Klumbert porque me moría de miedo, pero él, nada, parecía en coma. Cerré los ojos, pero una voz horrible me dijo al oído: -Sé que estás despierta-.¡Casi me muero! La voz volvió a hablar: -Abre los ojos o te mato-. Los abrí y ví a un hombrecito azul, bajito, vestido de arriba a abajo de etiqueta. Parecía que iba a un baile, pero en azul. Me dijo: -Te vamos a hacer muchos regalos, pero tienes que mirar, sino te matamos a tí y a tu marido Klumbert-. Entonces, ante mi estupor, apareció la que yo creía era la Virgen Local (pero de virgen, nada, por lo que pasaré a relatarle), y practicaron sexo ante mí. Yo tenía que mirar, fíjese usted. Nunca ví nada igual: era increíble observar las posturas, la sabiduría erótica del Hombrecito Azul y de la Virgen Local. Fue una especie de experiencia religiosa, sobre todo al final, cuando los dos comenzaron a orar. Yo me arrodillé y los acompañé; en la oración, digo. Cuando todo terminó, la Virgen Local me dijo: -Coge la libreta y anota-. Y me dictó una nueva serie de números que, por supuesto, volví a jugar”.

Heidi jugó la serie y en esta ocasión ganaron alrededor de quinientos millones de euros. La fortuna estaba de su parte. Pero Klumbert seguía durmiendo...

Ganamos la lotería dos veces; pero Klumbert no se despertaba y yo no quería llevarlo al hospital. Sabía perfectamente que estaba bien; lo que pasaba era que esos dos degenerados querían que solo yo los mirara, vaya uno a saber por qué. A mí lo que más me gustaba era el final, cuando rezábamos; sentía mucha paz. A veces también cantábamos, canto gregoriano y otras canciones desconocidas para mí, aunque muy elevadas. No me dejaban salir mucho de la casa. Me mandaban mensajes en sueños o mientras estaba cocinando, o al lado del sofá mirando a Klumbert. Eran mensajes extraños: entre respetuosos y sádicos; enternecedores y amenazantes, también.

Y un día, bueno, me abdujeron. Klumbert dormía (durmió nueve meses), y eso... me abdujeron. Ahí supe que eran marcianos. Después de la abducción comencé a recibir, en casa, sobres con dinero. Venían sin remitente, a mi nombre. También me llegaban vestidos, electrodomésticos, sellos de coleccionista, monedas antiguas, joyas. Lo tengo todo ahí, guardado en un armario: una fortuna. Nunca más volvieron a molestarme”.

La pareja vive en la abundancia; pero las secuelas de esta historia terrible, son espeluznantes. Klumbert tiene recaídas de sueño. Pasa durmiendo nueve, de los doce meses del año. El resto, no puede pegar ojo. Han intentado todo tipo de curas, sin éxito.

Para Heidi, una casta ama de casa, la cosa ha sido más dura: se volvió canalizadora de mensajes intergalácticos. En contra de su voluntad, es un exitoso canal. Desde los confines del universo, llegan a ella todo tipo de mensajes. Mucha gente alertada por sus facultades paranormales (cuando a Heidi le sobreviene un ataque de canalización, entra en trance allí donde se encuentre y comienza a hablar en voz alta y a contar lo que le llega), le pide consulta para conocer su futuro; le mandan mails; peregrinan a su casa. Heidi Sheppard se ha convertido en un icono de la Nueva Era, con nueve Best Sellers de canalizaciones escritos por ella. La gente la adora.

Lo mejor de todo este embrollo es que he aprendido a canalizar el sueño de Klumbert y así, mientras él duerme, nos comunicamos. Nos contamos cosas, jugamos a las damas, comentamos la prensa. Klumbert me apoya mucho y me da maravillosos consejos, tanto dormido, como despierto. Jamás hago nada sin consultarle”.

Tengo fama, sí -dice Heidi-, pero yo no quiero esto. Si pudiera volvería atrás en el tiempo, disfrutaría más todo lo vivido; llegaría antes de que todo esto ocurriera, cuando Klumbert y yo éramos felices merendando a las 17:30h y leyendo la prensa. Si pudiera ir atrás en el tiempo, sabiendo lo que sé, todo sería distinto. Yo habría estado interiormente preparada, esperando, porque las cosas, aunque uno no lo quiera saber, se esperan, se presienten, se saben de lejos... Y cuando llegara aquel 21 de abril de 1965, sabría qué hacer ante el primer parpadeo de las luces de ese día: le pegaría, sin miedo alguno, una firme patada en el culo a la Virgen Local, y la mandaría a la mierda con todas mis fuerzas, sin piedad, tal y como ella merece”- concluye.



Desde Maryland, para Gaceta Amarilla, Antóon Bas.


.

miércoles, 8 de abril de 2015

A través del cuento


.

Hola, lectores, seguidores, furtivos, buscadores, aventureros, acechadores y demás... de este blog: buenas días, buenas noches.


Os presento mi nueva web:

                                                       atravesdelcuento.es

                                                       

En ella muestro mi trabajo y abro mi universo de cuentos: mi forma de abordarlos, mi mirada sobre ellos. Los cuentos antiguos me interesan vivamente desde siempre. Forman parte de mi camino en esta vida, definen algo de mí, siento que estoy a su servicio.

Esta web la entiendo como un lugar creativo, con vida, abierto a todos. En ella hay un blog donde iré publicando entradas que hablen acerca de todo aquello que tenga que ver con mi particular forma de trabajar y sentir los cuentos maravillosos, los mitos, las leyendas... también iré colgando narraciones, reflexiones, escritos, a partir de los cuentos.

Mi idea es ir aportando un material que sirva para todos aquellos creyentes en los cuentos de hadas; para los corazones niños; para los adultos que están buscando (y para los que están encontrando); para padres, maestros; amantes -fieles e infieles-; guerreros; príncipes, princesas, reyes de todo tipo; terapeutas, artistas; Baba Yagas, y demás seres que tengan la necesidad de nutrirse con la sabiduría de este lengua que se llama “Cuento”, y/o aportar algo de cosecha propia a este universo fascinante de las narraciones del mundo.

Esta web la he hecho en colaboración con Gabriel D'Atri, (él desde Uruguay; yo, desde Barcelona) y ha sido muy hermoso y enriquecedor, para mí, poder trabajar con él y de esta forma.

Agradezco también la colaboración de Francesc Marieges -por su mirada sobre los contenidos y sus consejos-, y de Violeta de Lama, por la manera de retratarme.

Sin más, os dejo un abrazo
y me despido de todos vosotros,
héroes y heroínas en el viaje.

Gracias,
Dinorah



Créditos:


Gabriel D'Atri: datri.uy
                         publicar.uy

Francesc Marieges: taodelcambio.com
                                   kineemocional.blogspot.com

Violeta de Lama: violetadelama.com
                              entucasaoenlamia.blogspot.com

.

lunes, 26 de enero de 2015

La inocencia de esas noches

.

Éramos perros de la noche.
Aullábamos en los tugurios grises,
templos intoxicados,
entre sátiros y diosas lúbricas.

Éramos perros de la noche.
Pura juerga, curiosidad, ganas de vida.
Entrábamos y salíamos de muertes
como niños jugando al escondite
entre tumbas
o campos
cargados de minas.

Éramos perros de la noche.
Lo fuimos.

Teníamos una estrella dentro.
O una luna
que siempre estaba llena.
Y aunque intentábamos
pasar desapercibidos
el romanticismo que vivía en nuestra médula
se veía
a la legua.

Por eso los vampiros,
en cuanto aparecíamos,
se callaban
relamiéndose
por dentro.

Y nosotros, pobres perros aulladores
aparentemente dispuestos para el
sacrificio,
nos reíamos de las ansias
y escapábamos a tiempo
de las oscuridades y
de todos los males.


Bajábamos corriendo los callejones pardos,
hocicos jadeantes,
risas caniches al aire,
perdiéndonos tras los olores
de aquellos lugares
sin sentido,
intentando encontrar,
fervorosamente,
el nuestro.

Corred, caniches aulladores,
nos decía una voz de cuervo
dulce y ronca;
Corred y aprovechad la huída
porque siempre llegaréis a donde se llega,
decía.
Y nosotros
sabíamos quien nos hablaba.
Pero la muerte,
en esos días,
en esas noches,
era una estrella brillante
y lejana
que no nos molestaba
aunque nos acompañara.
Casi una amiga
distante
con quien nos escribíamos cartas.

¿Fuimos felices?
Sí, lo fuimos.
Ignorantes, también.
Y muy hermosos.

Fieles y leales perros de la noche.
Molestosos aulladores de luna
en la madrugada.


.

domingo, 4 de enero de 2015

Lo que me contó mientras tomábamos el té.

.

... El paisaje es, por lo menos, impactante. De tan agreste recuerda a un perro salvaje y sarnoso, o a un caballo desbocado. El ánimo parece ser mordido por alimañas invisibles. Por ahí se camina con la conviccion de que trolls ocultos (y quién sabe qué otra clase de bichos malignos) espían los pasos del viajero con intenciones asesinas y carnívoras.

Este es uno de mis escenarios interiores; uno de los paisajes de mi alma. A veces, cuando es necesario, envío postales de este lugar a aquellos que se lo merecen. Me devuelven cartas asombradas, gritos indignados. Al parecer les asusta la belleza corrosiva de esa clase de naturaleza. Es por eso que no lo muestro mucho; lo guardo para ocasiones selectas...”




Lo que le contesté, después de un silencio, mientras tomábamos el té.

  • ¿De verdad sos así?



Lo que me dijo mientras untaba mantequilla en una galletita.


  • Sí, también soy así.
    ¿Querés ver?


(Aunque me miró brevemente sé que vi un destello en sus ojos).



Lo que respondí mientras intentaba tragar y el pulso me temblaba.


  • Sí. Quiero ver.






Y de esta manera tan civilizada, Caperucita Roja volvió a meterse (una vez más), en la boca del Lobo.


.

lunes, 8 de diciembre de 2014

La práctica de la paciencia cotidiana

.

Bucólico exasperante.


Es lento, qué se le va a hacer. Va a veinte. Mira hacia la izquierda, lo veo; se distrae. Por allí hay un párking, el campanario... Frena. Sí, parece mentira, pero lo hace. Mira de nuevo hacia la izquierda, duda, finalmente gira. Por suerte.





Lamentable comodidad.



No puedo escribir con tanto ruido alrededor, tanta interrupción seguida. Imposible para mí entrar en el espacio oscuro de la imagen y ver. Me puedo mover hacia el silencio, sí. Pero el resto de la casa está helada y últimamente necesito calor. Incapaz de generarlo por mí misma, me quedo cerca de la estufa. La no creación es mi pago por este rato confortable.





Intento de desnudo.



Creí conocer de cerca a Eros. Ilusa de mí: ¿quién puede jactarse de conocer profundamente a un dios? 


Intento de desnudo II.

Creí conocer a Eros. ¡Qué pelotuda!


.

viernes, 22 de agosto de 2014

Verano y otoño

.


1
Mi respiración se expande cuando doy las primeras brazadas. Nado hasta la boya amarilla. Cuando llego me tiendo sobre la mar y miro el cielo mientras las olas me levantan y me dejan caer con suavidad. La corriente me arrastra. Pierdo la noción del tiempo y viajo hacia otros mares y otras playas de mi vida. Vuelvo cuando alguna muerte subacuática me hace un guiño. Entonces oteo la orilla y los veo gritando, jugando. Me sumerjo en el agua de la vida; voy hacia ellos.



2
A la playa bajamos a la tarde, siempre sobre las seis o las siete. Nos juntamos con algunos amigos que hablan poco, nadan mucho y juegan en la arena. Allí cenamos. Cuando empieza a caer el sol en el lugar quedamos nosotros y los pescadores. Comemos tartas, ensalada o patatas fritas. Nos ponemos ropa de abrigo para entrar en calor y poder disfrutar de la noche. A lo lejos se ven las luces de las barcas de pesca.


3
Como ella aún es pequeña, necesita jugar mucho. En la orilla jugamos a correr delante de las olas. La espuma no nos puede tocar; si eso pasa, perdemos un punto, dice ella. Viene el agua con su fuerza y corremos. A veces, esa misma fuerza nos revuelca y rodamos tragando agua. También jugamos a sumergirnos y sacar piedras.


4
Frederic me dice que el podría vivir así, siempre. Yo también podría. Vivir días de mar y bosque: siento la misma sencilla felicidad en cualquiera de los dos sitios.

.

martes, 1 de julio de 2014

Grandes momentos

 .

 Te perdono la vida.

Los ojos del cazador, fijos en los de Blancanieves. Ella devolviéndole la mirada. El lento cuchillo que vuelve a su funda. La mano que se relaja.



Me metí en la boca del lobo.

Caperucita sintiendo miedo al entrar en casa de la abuelita. ¿Qué me pasa? ¿Por qué? -se pregunta. Igualmente, entra.



Estaré soñando.

En la penumbra de la habitación rodeada de rosas, La Bella Durmiente despierta, en el preciso momento en el que un hombre hermoso, la besa. 


miércoles, 18 de junio de 2014

Cenicienta, Alicia y un amigo de la familia.




  1. 1)¿Y qué quieres que haga si no encuentro mi lugar? 2) ¿Qué busque entre las sombras? ¿Qué me deje engullir por ellas? 3) Ya lo hice; hace tiempo. 4) Cansada de retozar entre cenizas. 5) Las Hermanastras no me dejaban ir al baile/ pero me escapé/ a la noche,/ cuando ellas se fueron,/ escapé./ La Madrastra cerró la puerta con llave:/ la atravesé./ Me fui corriendo al bosque, busqué un hueco entre raíces, me revolqué en la tierra./ Un vestido de azucenas cubrió mi cuerpo tiznado./ Fui al baile y bailé/ con el más guapo./ 6) Érase que se era en un tiempo lejano; una primavera, un tren, una ciudad. Y ella. Que llega y no sabe. Un comienzo, un camino, una búsqueda./ 7) Después, el camino se abre/ en mil pequeños caminos/ transitables, todos./ La tarea es encontrar aquel que reluce/ el que lleva al reino lejano./ Ella se equivoca, se mete y remete en todos los senderos de baldosas amarillas,/ llega a reinos ficticios,/ retoza entre cenizas,/ conoce Hermanastras, Madrastras y Príncipes./ A las doce los hechizos se deshacen./ Toca volver a empezar./ 8) Cierto día, un conejo blanco pasa sorpresivamente por el camino dorado. Ella lo ve: el conejo, que cruza... Ella tal vez lo sigue./ 9) Y si no lo hizo en esa ocasión puede que lo haya hecho en otra, o en otra. 10) Llegó a un lugar entre raíces: un hueco en un árbol que llevaba a un pozo y a un umbral. 11) Golpeó: vio monstruos del pasado que ni abrían la puerta, ni permitían el paso. 12) Érase que se era un comienzo de otoño de hace mucho, mucho tiempo atrás. 13) Érase que se era un lugar negro con una muerte a cuestas. 14) Y aquí comienza otra historia: el umbral se abrió... y el País de las Maravillas era un reino de sombras. 15) Por eso te digo que ya conozco.16) Fue en ese tiempo sin tiempo que ella anduvo perdida entre noches oscuras y amaneceres fantásticos. 17) Allí es donde aprendió a entender la magia. 18) Volvamos a comienzos del otoño de hace mucho, mucho tiempo atrás. A otro camino sin conejos, ni baldosas: solo Tierra y Cielo. 19) Ella camina entre árboles. Primero, con zapatos; después, algo le dice que se descalce. Caminar descalza le hace bien; la distancia se recorre en calma, se desarrolla la escucha, hay mensajes, sutiles, que bajan desde el aire marcando un rumbo. 20) Ella traía semillas de plantas antiguas, de universos recién formados,/ que va dejando caer a su paso./ Ella misma se planta/ a un costado del camino./ 21) Las Hermanastras volvieron del baile, no me encontraron./ La Madrastra tanteó la puerta: vió que seguía cerrada con llave./ Fui la Bruja, no quiero ser el Hada./ El Príncipe resultó ser buen Amante./ Aquí nos hemos quedado, entre raíces/ sin intenciones futuras./ 22) Sabemos que el reino florecerá y florecerá, cuanto más retocemos. Juntos. Y colorín colorado... (antes de que el cuento se haya acabado: comieron perdices porque fueron felices. Por eso organizaban banquetes cada día; y me contaron que uno que era amigo de mi abuelo los vió y con ellos celebró y comió. Perdices, por supuesto).

    .

sábado, 17 de mayo de 2014

En la terraza del restaurante

 .


Creí, por su manera de inclinarse sobre el plato, que le apasionaba la comida; pero estaba leyendo los mensajes del móvil.


.

lunes, 12 de agosto de 2013

Bolaño

 .


Estoy leyendo a Bolaño. Ahora estoy con cuentos suyos; también he leído una novela corta. Los dos libros los he sacado en préstamo de la biblioteca de la Sagrada Familia. En los dos encuentro las marcas que deja en ellos un lector, tal vez una lectora: señales en ciertas letras, palabras, alguna frase. En un principio -me pasó en las dos lecturas- me molestan; después me voy haciendo a ellas y me siento como quien comparte libro y pensamiento con un conocido. A veces pienso si son mensajes cifrados. Pienso si cada letra marcada lleva a la construcción de palabras, que sumadas entre ellas, más las palabras y frases también marcadas, dan por resultado una novela o un cuento dentro de lo que estoy leyendo. Tal vez una novela comienza en un volúmen y se sigue en otro. O quizás hay novelas y cuentos escritos a la vez dependiendo desde donde sigue uno las marcas en los libros. También pueden ser cartas de amor o de espías -enamorados entre sí-, poesías, sueños narrados, críticas literarias, cinematográficas, gastronómicas. Predicciones astrológicas o cuartetas al mejor estilo Nostradamus. Chistes, relatos pornográficos, ideas para cuentos infantiles, tiras cómicas, anuncios publicitarios, haikus. Construcciones de barcos, catedrales, universos. Palabras de deidades que quieren contactar con nosotros e intentan comunicarse a través de los libros de Bolaño.

Haré un intento. Aquí a mi lado tengo un libro de este escritor. Comienzo por la primera hoja en la que aparecen las primeras marcas. Anoto atentamente:

eeeac Luis Antonio eiaaeaee ratas e lengua más está decirlo a.


Basta con el experimento. No puedo más; me exige mucha concentración, paciencia y un desgaste neuronal tremendo. Si es un lenguaje cifrado, no es para mí. Si son deidades queriendo comunicar: intento a través de este texto hacerle llegar los datos a otro que se interese y pueda escuchar como es debido. Es lo que puedo hacer por ellos y por nosotros.Buena suerte. Mientras tanto seguiré leyendo este libro de manera lineal. Su escritura me tiene fascinada.


.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Bien mirado

.


Y bien, así están las cosas. Verano caluroso, paisaje seco, playa a lo lejos. Por lo menos, eso es lo que se ve hacia afuera. Ese hacia afuera de sacar la mirada del universo propio y atreverse a mirar a lo lejos -un movimiento nuevo que he aprendido hace unas horas-. Mirar a lo lejos: levantar la vista del suelo, elevarla, y lanzar la mirada como quien envía una piedra hacia el futuro. Mirar, quedarse ahí plantada mirando. Y sintiendo.

También he aprendido -hace unas horas- a girar los ojos de adentro hacia afuera. Generalmente los tengo metidos hacia atrás, observando de cerca las entrañas. Ahora puedo girarlos hacia adelante y quedarme mirando el presente de frente. El movimiento aún no me sale limpio del todo, aunque ya se intuye en él algo así como un ímpetu que presagia muchos éxitos.

En eso andamos.


.

martes, 16 de julio de 2013

Insomnio

.
 
 
 
Escribir o no escribir
Dormir, despertar, dormir...
Despabilarse o no despabilarse
Bajo la ducha en la mañana, temprano...
Café o no café
Croissant o no croissant


(Un croissant con chocolate, por favor. Gracias. Sí, la leche del café, caliente
-y sonrío-. Me sumerjo en una revista frívola. Leo, me río. Pasan minutos en otro mundo, en otra historia, en un tiempo muy, muy lejano, en un reino en otro lugar que no es aquí ni es allá y ni siquiera es... ¿O sí?).



Volver o no volver
Pensar o no pensar
Hablar o no hablar


(Un cortado y un croissant de mantequilla, por favor. Gracias. Sí, el cortado en taza, caliente -y más sonrisa-. Una revista de moda y cotilleos: me la devoro. Abro una puerta dentro del castillo donde vive la princesa de ese reino perdido. Está dormida. Y no quiere despertar. Han venido príncipes de todos lados, a cuál más guapo y buen amante. Ella no abre los ojos y sonríe en sueños. Creo que sueña con un príncipe fogoso y con corceles briosos. La dejo en su sueño. Cierro la puerta; no quiero herir la intimidad de nadie).




¿Mi vida es una herida absurda o
es una absurda vida herida?


¿Volver con la frente marchita o
marchita volver con la frente?


Tantas dudas...



Dudar o no dudar
Buscar o no buscar
Encontrar o no encontrar



Dat is de cuestions










(Pero un día llegó un príncipe intrépido. Abrió la puerta de la habitación con energía. Tiró con fuerza de la sábana donde dormía la doncella y ésta cayó al suelo con estrépito. Entonces él le dijo: “Señora, levantaos. Que habéis dicho que queríais vivir y así dormida no cumpliréis vuestra palabra”. Ella se levantó; estaba un poco magullada y asombrada por haber sido tratada de esa guisa. Pero como el hombre le hizo recordar su palabra, se sintió agradecida. Y viva. Después se aparearon,se tomaron el uno al otro, tuvieron hijos, hicieron florecer el reino y vivieron felices por siempre jamás. Y aquí termina el cuento).


.

jueves, 24 de enero de 2013

De acuerdo

 .


Dame una casa para vivir, un lugar tranquilo, más bien pequeño, soleado, acogedor.
Dame una casa con raíces colgando del techo, tejas de musgo, enredaderas cubriendo muros. Piedra oculta en lo verde.

Dame una hoguera exterior, con fuego y roca, silvestre. Fuego para cantar en los atardeceres; ocasionalmente, en los amaneceres.

Nada más. Deja que yo me encargue del resto: te habitaré, sanaré, cuidaré. Seré tu madre, tu hermana, tu padre -de vez en cuando-. Le daré fuerza a tu voz, alas a tu anhelo. Te dejaré ser.

Y te contaré todos los cuentos de libertad que me pides. Esos y muchos más, hasta que aprendas.


-¿Las dos partes están de acuerdo?- dice el abogado.
-Sí -contestan las dos partes-.
-Entonces, pasamos a las firmas.

Las dos partes garabatean símbolos y todo queda asumido.
Asunto zanjado.


.

sábado, 19 de enero de 2013

domingo, 6 de enero de 2013

Me aborrezco cuando me aburro

.                                                                                                             for Violet


Y eso es muy desagradable. Así que rompo todo con tal de no aborrecerme. Me viene un pronto rebelde: pelo alborotado, colmillos al aire. Salgo a la calle, pateo contenedores. Y hago lo que más me gusta: compro bombillas eléctricas de esas que ahora están prohibidas -las de toda la vida, digo-. Las compro en el mercado negro por pura rebeldía. Salgo con mi botín escondido en mi mochila y rebuzno a todo aquel que me mire con cara de burgués piadoso. Canto, grito, y río. Río todo lo que puedo hasta hartarme de tanta risa, hasta sentir que estoy a punto de morir por reír tanto. Me calmo. Regreso a mi casa para cambiar las horrendas bombillas de bajo consumo que aún me quedan por las hermosas y antiguas de toda la vida. Después, enciendo velas y me da por comer sushi, tan relajadamente, tan metida en mí, que enternece.

Podría decir palabrotas, escupir desde el balcón hacia la calle, gritar improperios. Solo que ya no me aborrezco, así que no hago nada de eso. Lo dejo como idea para otra ocasión. Reconciliada conmigo misma, recojo mi energía y me voy a dormir.


.

jueves, 3 de enero de 2013

Invierno (Mediodía)

.


Un dios blanco
se asoma al cielo
iluminando
la niebla.

No lo puedo mirar de frente:
mis ojos se turban.
Debo usar otro sentido para verle.

El paisaje cotidiano
se ha vuelto misterio.
Mi casa está en otro lado
en otro mundo
tal vez.

Veo los pinos más cercanos
y más allá de ellos
la niebla,
como leche,
iluminada por ese ser.

Mentiría si os contara
que tengo miedo
o hambre.

Sin embargo sé
que también estoy asomándome
a una magia
poblada de presagios.

¿Qué saldrá de esta bruma inmensa?
¿Emergerá el paisaje de siempre?
¿Algo nuevo?
¿Una nada?
¿Mi corazón?

Solo espero que mi espíritu
se abra al canto
y entone la nota del origen.


.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Avestruces en el altillo

.


I

En mi interior viven dos gatos


O gatas, no lo sé muy bien. Voy a preguntarles. Me han dicho que son gatas y que una -la de color rojo- está embarazada. Así que en unos días tendremos gatitos jugando por aquí dentro. No quiero hacerme ilusiones porque, a veces, las gatas mamás son muy celosas de sus pequeños y se los llevan a otros lugares para... bueno, no sé muy bien para qué.

La otra gata -la de color naranja- es enorme y muy tranquila. Sé que es peligrosa. Digamos que su carácter es secreto e impredecible. Tiene una mirada amarilla, inquietante. Y sabe cosas del futuro. Básicamente de mi futuro. Solo que me cuenta lo que quiere cuando quiere. Así que no la molesto.

¿Y porqué vivirán en mi interior estas gatas? Quién sabe. Están ahí desde hace eones, según parece. Yo no lo sabía: son tan discretas que hasta hace unos días no reparé en ellas. Y, cuando las vi, digamos que no me llamaron la atención. Las dejé a su aire, pues en ese momento estaba leyendo un libro interesante. Después, ni siquiera hablé con ellas hasta que la gata naranja me dijo: “No comas pescado mañana”. Me lo dijo con el pensamiento, no vi que abriera la boca. Le pregunté: “¿qué quieres decir?”. Ella me miró, largamente. Cuando tuvo ganas me dijo: “tu cita en el restaurante japonés, no es conveniente”. “¿La cita o el restaurante?”-inquirí alarmada. Se estiró sobre su lomo y me dijo: “el hombre, tontita, el hombre. Je... La metáfora no es lo tuyo”. “De qué la vas, gato -en ese momento pensaba que era un gato- qué sabes de mí”. “Todo, baby, ¿no ves dónde vivo?”.

Entendí y seguí el consejo del gato. No fui a la cita. Y eso estuvo bien porque, un par de días después, una amiga -que conocía a este hombre- me contó atrocidades acerca de él.


La roja no dice nada. Solo se lame. Y tendrá gatitos... Ya veremos cómo se las arreglan para vivir dentro de mí. Tengo un interior amplio, con pasto, trigo y, aunque el elefante ocupa mucho lugar, creo que podrán acomodarse perfectamente.




II


Me acaba de atravesar un gato azul

y me ha guiñado un ojo. ¡Ya sé quién es! Es el gato que está triste y azul.
Debo tener cuidado: es muy pesado. Lo sé, porque un amigo mío tuvo problemas con él.




Resulta que mi amigo tenía una novia preciosa. Eran felices. Vivían en un barrio bonito, en una casita con jardín. Y en la casa de la esquina vivía el gato azul. La novia de mi amigo quería mucho a este gato; siempre lo acariciaba y conversaba con él. El tiempo fue pasando y, como todo lo que tiene que suceder acaba sucediendo, un día, mi amigo y su novia se separaron. Fue triste -para ellos-. Al principio de su forzosa soltería, mi amigo -al que llamaremos R.C.- se refugió en todo tipo de bebidas etílicas. Una noche en que volvía a su casa, borracho y babeando, se encontró con el gato azul. El gato estaba triste también y le dijo: “nunca olvido que ella fue tuya”. Se quedaron mirando los dos. Toda la tristeza del mundo se instaló en ellos y lloraron abrazados.

A partir de ese momento comenzó un auténtico suplicio para R. C. El gato que está triste y azul, le esperaba todos los días en la esquina y desde allí le gritaba: "¡Nunca olvido que ella fue tuya!" Mi amigo dejó de pasar por la casa del gato. Buscó otros recorridos para ir a esperar el autobús o para irse de juerga. Lo cierto es que el gato comenzó a esperarlo en lugares estratégicos para decirle siempre lo mismo.

Finalmente, loco de aburrimiento y cansado de la vida, R.C se mudó.

Ahora está tranquilo, vive cerquita de mi casa, es feliz.


¡Ah! ¿Y qué hace el gato azul en mi barrio?


.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Decisión

.


Tiro a Saturno por la ventana. Con irreverencia. No lo necesito ni lo quiero en mi vida. Sayonara, baby.


.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

No me veo en ninguna nave

.


Un último vistazo a mis líneas temporales: parece que todo en orden.

Mirando para el lado del futuro, veo los siguientes hilos:

en uno juego con una nieta, en otro, tengo alas. Me veo tocando una flauta, bailando. Mayor y joven, en la Tierra, en sus tiempos.

La visión que más me gusta es una en la que no hago nada y mis ojos brillan como nunca. Me quedo con esta imagen: es la que me habla del espíritu. Y me hace bien.


.