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Como
si el tiempo no pasara
por
tí.
Es
que leo cuentos de hadas,
le
dije.
¿Por
eso llevas esos zapatos?
Sí,
le contesté, mientras
ella
abría la boca aceptando
la
cucharada de puré.
(Las
sábanas blancas
de
hospital,
el
pasillo,
una
ventana...)
¿Es
por eso que la noche te acompaña, que pareces dormida y besas ranas?
¿Es por eso que comes manzanas?
Puede
ser; nunca tengo nada del todo claro.
Dejamos
el plato, se puso las gafas. Empezó a tejer.
Sus
manos delgadas, frágiles, creando puntos azules.
Los
cabellos recogidos. Su presencia era un soplo: se estaba yendo.
Le
acaricié la piel finita de la cara; ella sonrió sin levantar la
vista del tejido.
Tuve
el impulso de abrazarla, pero no lo hice.
Siempre
quise conocerte, le dije, y tuve que venir a cuidarte
a
este sueño de hospital, para que supieras que te amo.
Lo
sé, contestó. Por eso te recibo.
Me
dió el pan que le trajeron con la comida:
desmigájalo,
me dijo, y sigue el camino; te llevará hasta un lugar encantador.
Y
con mi bendición, te doy este regalo nietecita:
te
desvinculo para siempre de mis sueños irrealizados,
te
vinculo a tu destino, te dejo libre para que seas.
Siguió
en el tejido hasta que lo acabó. Me puso la bufanda sobre los
hombros.
Se
quitó las gafas, las dejó a un lado.
Nos
quedamos mirándonos a
los
ojos
un
largo, largo
rato.
.
4 comentarios:
Qué hermoso. Qué sanador.
Qué alegría. Leerte :)
Cuánta belleza Dinorah! He quedado atrapada en los puntos azules de esa bufanda, y luego liberada con esa mirada...Gracias,gracias.
Un abrazo largo.
¡Gracias!
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