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La
cosa, más o menos fue así:
Ella
me estaba saludando desde el vano de la puerta. Yo estaba en la
escalera, saliendo ya para la calle. Nos estábamos dando las
recomendaciones últimas. Hasta ahí todo neutro. Entonces le dije
algo, puntual, una última cosa, no recuerdo cuál. Y sus ojos se
fueron hacia dentro. Es una fotografía que tengo. Más que de la
imagen, del proceso; de la energía del sentir y del pensar. Sus ojos
hacia adentro. Bueno, no sus ojos en sí: su mirada. Su mirada miró
su interior. (Imagino que el brillo de las pupilas varió). Vi cómo
buscaba; cómo se abrían recuerdos y pensamientos. El tiempo se dilata y
se contrae siempre, amigo mío. El proceso duró apenas qué... ¿un
segundo, dos? Para mí, en esta fotografía, el tiempo se expande
indefinidamente. Se desplaza por el espacio y me muestra rincones
íntimos; de ella, no míos.
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