jueves, 9 de enero de 2014

Alrededor de la Víspera.

.

Para decidir si sí o no, quisiera seguir... “ canta la canción. Aquí estamos tú y yo, compañero, rodeados por dos niños, un perro, la noche con música. Un fuego que crepita, las luces encendidas. Intentas pintar, y los niños, que no te dejan a tus anchas. Ellos también pintan. Y te hacen preguntas, y te quitan los pinceles de las manos. Acabo de hacer entrar al perro, que ladraba y ladraba afuera. La alegría del barrio, este perro. Y yo, arrinconada aquí, en el sofá, escribo en este ordenador, algo destartalado ya -y tan querido, con su bandita elástica sosteniendo el cable para poder funcionar; tan sucio de migas y dedos de todos colores, mi ordenador, viejito y creativo-, lo que me viene en gana. Y me río porque es una tarde de un cinco de enero de dosmilcatorce, cayendo sobre el pueblo, el campo, el bosque de acá al lado, al que siempre nombro, porque me encanta, solo por eso; una tarde, en fin, mágica, al menos para mí. Aquí estamos todos, creando, escribiendo, leyendo, pintando, escuchando música, junto al fuego, dije, fuego: ambientando el lugar, dando su chispa de amor a esta escena tan íntima, bucólica, cotidiana; a la vez, cotidiana.

Fuimos a la tarde a Mataró a buscar un regalo. Encontramos algo que ni siquiera es aproximado a lo que buscábamos. No importa. Fuimos a. Mataró.
Allí estuvimos caminando, mirando, hablando. Música en el coche para llegar, para partir, sonando todo el tiempo. Se desmontan los pinceles, canto: “La fugitiva sensación... De un beso largo, que huye”. Se me amontonan los pensamientos; pasan muchas cosas a la vez. Ahora por ejemplo, pienso en los universos que somos cada uno. Ahora el perro ladra adentro de la casa; hay que sacarlo para afuera, que se vaya un rato. Ya se ha ido. Bueno, andaba por algún lugar. No recuerdo cuál porque me he ido al carajo. Escribo por escribir, hablo por hablar. No puedo hacer otra cosa. Quiero darle al teclado, sin parar. Mientras veo lo que veo y mi pensamiento se despliega por sus cauces.


Noche de Reyes. ¿Qué traerán de regalo?
Siempre traen uno.
Siempre.

Igual que Papá Noel.


Creo en lo Reyes Magos, lo confieso.
Creo en Papá Noel, lo confieso.
No puedo evitarlo, es una cuestión de endorfinas, creo, este creer.

Hace un montón de años -no sé si para adelante o para atrás- los Reyes me dejaron dos regalos memorables. Llegaron así, el día en que ellos venían. Inesperados, increíbles regalos que me llenaron de asombro y dicha. Tengo mi carta preparada para la noche de hoy. Desde el 23 de diciembre, de todas formas, vengo recibiendo regalos en mil formas, colores y perfumes.


Ya me fui, de nuevo. Es lo que tiene esto de dejar libre al entrecejo. Salen cosas de la galera que una no espera que salgan. No solo conejos, no solo... Las cosas están más ordenadas ahora en este lugar. Los niños juegan juntos a derribar una torre de maderitas. Tú estás logrando pintar lo que querías y el perro -pobre perro- duerme a pata suelta. Dentro de un rato subirá J a llevarse al niño. Nos quedaremos nosotros tres, cuatro, con el perro. Seguiremos pintando, escribiendo y escuchando música posiblemente. Y después, cuando ella se acueste, sacaremos regalos, los envolveremos y comeremos el pasto de los camellos. Me gustaría tomar una bebida espirituosa, un brebaje santo. Tirarle algo al garguero. Conectar con todos los tiempos. Hoy en Mataró no hacía frío, no. La tarde era cálida y no había gente anegando las calles. Pocos transeúntes, pocas tiendas abiertas y muchas posibilidades de ver la realidad desde un lugar relajado. Esos lugares que te conectan. Que te llevan a un lugar que es tuyo. Que te hace sentir algo distinto a todo. Si en ese momento uno escucha con atención puede llegar a escuchar la voz del espíritu susurrando. Son momentos especiales, únicos. No me refiero a los del susurro del espíritu. Me refiero, cuando digo “únicos” a nuestra capacidad de poder escuchar ese mismo espíritu. Me fui por los ramajes... ya estás levantando los pinceles. Y me estoy cansando de escribir esto y sin embargo... quiero seguir escribiendo.

.

No hay comentarios: