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Muerte, vienes a contarme
cosas,
a hablarme
a explicarme.
Y no puedo... muerte; no
puedo seguirte:
he bebido vino
y para hablar contigo
quiero estar sobria.
Vos podés contarme lo que
quieras,
y en este estado,
entenderé lo que pueda..
Pero igual, muerte,
contame.
Explicame, aconsejame.
Trataré de estar, de
recordar mañana
o tal vez volverme sobria
en hoy.
Te siento a mi lado
sonriendo
dando significado a mis
días
y yo, aquí, pensando en
bueyes perdidos.
Dando vueltas, mirando las
baldosas de mi estrecha habitación.
Con humor, eso sí, pero
dando vueltas al fin y al cabo -y no como derviche-.
Por eso me asombra
encontrarte hoy, en medio de estas vueltas. Me sorprende que quieras
hablarme. Hasta me causa gracia sentarme en este rincón para
escucharte y mirarte. Y además no tener miedo. Es el vino- pienso. Y
sé que no. Sé que te estaba esperando, que te estaba pidiendo, que
estaba buscando este encuentro. Y aquí estás, haciéndote sentir,
con ganas de hablar... de mí, de la vida, del misterio.
Dejame un ratito, no te
vayas. Tengo un café listo. ¿Quieres uno? Un cafecito suave,
aromático y un cuaderno de notas a mano por si de tus palabras surge
un poema.
Contame, muerte, que te
escucho con el cuerpo y te hablo con los dedos.
Contame lo que sea...
Silencio, enorme.
(Ya hablas); (¡te
escucho!)
(…)
gracias.
.
4 comentarios:
Precioso Dinorah.
Un abrazo.
Gracias David.
Otro abrazo.
Dinorah...
Siempre me inquietaron las conversaciones con la muerte... porque sé que cuando viene, más que algo físico... "muere" algo emocional
Miles de abrazos cascabeleros!
Eva
Sí: mueren cosas y nacen otras... Y no deja de ser inquietante ya que la muerte te pone en contacto con el gran misterio -el que somos y el que nos rodea-.
Un abrazo lleno de vida!
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