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Cuando me asomo al cajón
del pan, huelo a masa, a bizcocho. El olor me lleva muy lejos. Viajo
al armario donde mi abuela guardaba el tarro de las galletitas. Todo
se va armando con exactitud: armario, tarro, galletas -las saboreo-,
abuela. Mi abuela... Cierto día de verano y mi abuela, con su
vestidito azul, abriendo el lugar de las galletas...
Me quedo confusa: no sé
si estoy en un recuerdo o en un salto absoluto en el tiempo. Da
igual, es un momento hermoso para mí.
Veo a mi abuela; la
siento; vuelvo a estar a su lado comiendo esas galletas. Solo que
cuando estoy ahí, mi mirada hacia ella es distinta. Es mi mirada de
niña con esta conciencia de ahora.
Me quedo a su lado,
comiendo en silencio, la miro, le toco el vestido, escucho su voz.
Estar así con ella me gusta. La echo de menos.
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