La esquina de color azul subido es una casa transformada en kiosco cuyas ventanas dan para las dos calles. Al lado del azul está el verde del árbol añejo y la parada de ómnibus. En este lugar, los niños piden "una moneda para el judas". Otros escuchan música -o algo que se le parece- de manera jodidamente pública. La intimidad musical parece no existir para estos chicos que también toman mate, hablan a los gritos y juegan a tirarse una pelota de vereda a vereda.
Es una esquina concurrida por humanos y otras especies, entre las que destaca la canina. Por aquí suelen reunirse un perro salchicha y otros dos cuyas razas desconozco. A veces llegan más perros que son amigos de los canes "locales". Se lo pasan bien juntos. No molestan a la gente durante el día, aunque tienen la costumbre de ponerse en la calle, donde paran los ómnibus y éstos tienen que hacer maniobras para esquivarlos.
A la noche en cambio, estos perros tan afables durante el día, comienzan a ladrar. Los vecinos no saben a qué, ni por qué. Además ladran cómodamente sentados en el pasto, ni siquiera se ponen de pié.
Y son puntuales con sus ladridos: alrededor de las 23 comienza la fiesta y nadie dice nada, porque cuando alguien se atreve, los perros le hacen frente.
Otra especie que se ve de vez en cuando en este lugar, es la gatuna. Hay convivencia pacífica entre perros, humanos y gatos.
Y eso está bien porque los gatos no molestan, son elegantes, delicados y tienen un pelaje suave que es un placer acariciar.
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1 comentario:
hOLA, montevideana. Qué placer estas pequeñas crónicas, tan particulares y con su saborcito, encantador. Te disfruto mucho pequeña mirona. Síguenos contando, fabulando, haciéndonos soñar...
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