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“...
El paisaje es, por lo menos, impactante. De tan agreste recuerda a un
perro salvaje y sarnoso, o a un caballo desbocado. El ánimo parece
ser mordido por alimañas invisibles. Por ahí se camina con la
conviccion de que trolls ocultos (y quién sabe qué otra clase de
bichos malignos) espían los pasos del viajero con intenciones
asesinas y carnívoras.
Este
es uno de mis escenarios interiores; uno de los paisajes de mi alma.
A veces, cuando es necesario, envío postales de este lugar a
aquellos que se lo merecen. Me devuelven cartas asombradas, gritos
indignados. Al parecer les asusta la belleza corrosiva de esa clase
de naturaleza. Es por eso que no lo muestro mucho; lo guardo para
ocasiones selectas...”
Lo
que le contesté, después de un silencio, mientras tomábamos el té.
- ¿De verdad sos así?
Lo
que me dijo mientras untaba mantequilla en una
galletita.
- Sí, también soy así.¿Querés ver?
(Aunque
me miró brevemente sé que vi un destello en sus ojos).
Lo
que respondí mientras intentaba tragar y el pulso me temblaba.
- Sí. Quiero ver.
Y
de esta manera tan civilizada, Caperucita Roja volvió a meterse
(una vez más), en la boca del Lobo.
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4 comentarios:
Sin la boca del lobo, vivir es matar el tiempo.
Depende del momento en que esté uno, depende de qué bocas y de qué lobos. Hay bocas de lobos que matan verdaderamente; otras, en cambio, te enseñan, te dan una claridad. A mí lo que me preocupa es que a esta Caperucita le guste tanto caer en la boca feroz del Lobo.
(Tu respuesta me hizo pensar un rato, gracias. No sabía cómo contestarte sin que el comentario fuera un libro).
Te mando un abrazo.
Yo aprendí a llevarme un cepillo de dientes y elixir bucal cada vez que entro en la boca del lobo...por si el hedor de su aliento se me hace insoportable.
Y lo digo muy seriamente
Es un buen consejo; y no cuesta nada llevar estos implementos de higiene en la cestita. Lo tendré en cuenta por si fuera necesario echar mano de él.
Mil gracias.
Atte.
Din
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