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Muchachos:
no hay mensajes; las cosas pintan difíciles.
Hemos
visto, sin embargo, un niño pequeño escuchando.
De
cabellos solares, como de cuatro años, probablemente,
sentado
sobre un almohadón,
(safu,
que le llaman los que saben),
con
los codos apoyados sobre las tiernas rodillas; manos en
la
barbilla, escuchando. Sonreía. Un ángel, muchachos,
un
ángel vestido con tejanos y un jersey azul oscuro,
botitas
en los pies. Y esa piel tan pálida... Sonreía.
Porque
estaba jugando. Se le notaba que todo movimiento para él
era
un gozo, un despertar, un revuelo. Sonreía. Como un astro,
un
planeta inabarcable, un barco que vuela. Su sonrisa...
Un
ser sagrado, sin duda. Como nosotros, no digo que no, pero,
de
otra calaña, de otra andadura, de otro color. Uno brillante y tenue,
sutil
y fuerte, con carcajadas de cristal de campanilla. De campanillas
azules,
de esas que crecen en los muros, entre verdes oscuros. De
esas.
¿Qué me voy lejos, decís? Sí: lo admito. Me meto en la sonrisa,
sueño,
doy tres vueltas por el infinito y vuelvo. Prometo que no he bebido
nada:
ni rocío, ni agua de mar; tampoco he fumado esta mañana; ni ayer:
cuando
le vimos todos escuchando. Y sonriendo.
Después
vino un hombre más grande, corpulento, vestido de traje marrón. Y
el otro, el niño, dejó de escuchar para mirarlo. El de marrón
abrió la ventana y saltó; el pequeño lo siguió; no le vi saltar:
solo su estela al marcharse... su estela... azul fuerte de campanilla
entre verdes, de cristales sonando, de copas con agua, de peces en
las camisetas, peces naranja. Yo estaba en la
cama, semidormido, pero viendo como veo en esos momentos y me sentía
feliz. Seguramente por eso no pude escuchar los mensajes, aunque dudo
que hayan llegado, os digo la verdad: cuando están por llegar se
hacen notar por lo menos dos días antes. Es como si fuera a llover o
como si una mujer estuviera por menstruar. Se sabe, eso es todo. Yo
ese día no lo supe; así que me aventuro a suponer que no llegaron
los mensaje esperados.Me
pregunto ¿nos dejaron de lado? Esa es la pregunta que me viene. Y
por eso le pido al niño que diga algo, pero no lo veo y eso me
descorazona.
Muchachos:
aquí acaba mi informe. Me vuelvo al sueño, a ver si logro conectar
con alguno y para mañana hay un mensaje que nos diga a dónde y
cómo. Entretanto, sigo ensoñando.
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