sábado, 15 de febrero de 2014

Cuarenta y siete

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Muchachos: no hay mensajes; las cosas pintan difíciles.
Hemos visto, sin embargo, un niño pequeño escuchando.
De cabellos solares, como de cuatro años, probablemente,
sentado sobre un almohadón,
(safu, que le llaman los que saben),
con los codos apoyados sobre las tiernas rodillas; manos en
la barbilla, escuchando. Sonreía. Un ángel, muchachos,
un ángel vestido con tejanos y un jersey azul oscuro,
botitas en los pies. Y esa piel tan pálida... Sonreía.
Porque estaba jugando. Se le notaba que todo movimiento para él
era un gozo, un despertar, un revuelo. Sonreía. Como un astro,
un planeta inabarcable, un barco que vuela. Su sonrisa...
Un ser sagrado, sin duda. Como nosotros, no digo que no, pero,
de otra calaña, de otra andadura, de otro color. Uno brillante y tenue,
sutil y fuerte, con carcajadas de cristal de campanilla. De campanillas
azules, de esas que crecen en los muros, entre verdes oscuros. De
esas. ¿Qué me voy lejos, decís? Sí: lo admito. Me meto en la sonrisa,
sueño, doy tres vueltas por el infinito y vuelvo. Prometo que no he bebido
nada: ni rocío, ni agua de mar; tampoco he fumado esta mañana; ni ayer:
cuando le vimos todos escuchando. Y sonriendo.
Después vino un hombre más grande, corpulento, vestido de traje marrón. Y el otro, el niño, dejó de escuchar para mirarlo. El de marrón abrió la ventana y saltó; el pequeño lo siguió; no le vi saltar: solo su estela al marcharse... su estela... azul fuerte de campanilla entre verdes, de cristales sonando, de copas con agua, de peces en las camisetas, peces naranja. Yo estaba en la cama, semidormido, pero viendo como veo en esos momentos y me sentía feliz. Seguramente por eso no pude escuchar los mensajes, aunque dudo que hayan llegado, os digo la verdad: cuando están por llegar se hacen notar por lo menos dos días antes. Es como si fuera a llover o como si una mujer estuviera por menstruar. Se sabe, eso es todo. Yo ese día no lo supe; así que me aventuro a suponer que no llegaron los mensaje esperados.Me pregunto ¿nos dejaron de lado? Esa es la pregunta que me viene. Y por eso le pido al niño que diga algo, pero no lo veo y eso me descorazona.

Muchachos: aquí acaba mi informe. Me vuelvo al sueño, a ver si logro conectar con alguno y para mañana hay un mensaje que nos diga a dónde y cómo. Entretanto, sigo ensoñando.

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