viernes, 23 de agosto de 2013

Yod

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Ángela vino de visita ayer a la mañana. Mientras preparábamos el té fuimos hablando. La conversación corría distendida; sin embargo a ella le pasaba algo. Cuando se pone así, con esa cara, sé que anda con problemas del alma. Que le duele el alma. A ella le cuesta contar, a mí insistir. Durante un rato estuvimos en silencio. Pasó un batallón entero de ángeles. Justo después se animó y contó. Me habló de su sufrimiento interior actual; que no es poco. Pobre muchacha: tiene un dedo de dios en su carta astral. Eso le provoca incesantes crisis y reflexiones. Podrían ser comeduras de coco, pero no. Eso es lo que tiene un dedo de dios: te retuerce hasta que no puedes más y entonces afloja, para después volver a retorcerte, a ver si recuerdas. Ángela podría ser una -es- una líder, pero ese dedo... ay, no le da tregua. Y ella le mete ganas, energía, ganas, buen humor, ganas. A veces quiere abandonar, para qué nos vamos a engañar. Quiere tirar todo por la borda, irse a otro lugar. En el suicidio no ha pensado seriamente más que una vez y en esa ocasión ese pensamiento le dio fuerza para seguir adelante. Es que ella es de naturaleza positiva, acepta lo que viene. Aunque la retuerza.

Hablamos largo rato; una charla bastante espiritual, con algún que otro punto psicológico. Nos bebimos dos teteras -earl grey, leche fría-. Terminamos riéndonos de todo, como si el brebaje tuviera una sustancia extra. A lo mejor... quién sabe. Uno nunca puede estar seguro de nada en estos días y en esta vida. Como recordamos un poema de Rumi que venía al caso, lo recitamos entre los dos, así como nos salió. Más tarde fui a buscarlo a la biblioteca y lo leí entero tal cual es: apenas nos equivocamos. Después de vaciarse, al menos un poco, creo yo, se fue. La vi más luminosa, hizo chistes. Divertidos, además. La acompañé hasta la calle, hasta su coche. Le pedí que se cuidara y le dije que ella era valiosa -y estaba siendo sincero-. Sonrió sin creérselo, como siempre. Sin embargo sé que es necesario recordar su valía a este tipo de criaturas. Si no, corren el riesgo de caer en el olvido y nosotros, corremos el nuestro de perderlas para siempre. 


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