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1)
Entre todas las hojas van cayendo las gotas de rocío de la luna. Caen como las perlas de un collar que se rompe. Mojan la vegetación. Instalan nuevos sueños...-así canturrea Janís, muy bajo, sin saber lo que dice. A veces le salen frases por la boca, como si otra Janís hablara en su lugar.
El abuelo, mirándola con ojos divertidos y profundos, le dice, mientras acaricia el tallo de una planta: -si bebes las gotas del rocío de la luna, te vuelves inmortal.
Janís, atrapada por las palabras del abuelo, vuelve desde muy lejos. Se queda un instante pensativa.
El abuelo, acariciando una bonita hoja verde, sonríe para sus adentros. Janís le pregunta: -¿Tú las las has bebido?
Se miran. La mirada del abuelo es azul. Como un mar, piensa Janís.
El otro le dice que no le interesa beber nada para ser inmortal:- ya lo soy, dice.
Janís abre los ojos con asombro. -¡¿No te morirás nunca?!
-Sí, probablemente moriré algún día -le contesta. Espero estar preparado para ese momento. Quiero morir con tranquilidad, disfrutando de la muerte.
Janís, sentada sobre la tierra, se inclina hacia adelante, escoge un palo pequeño, una ramita seca. Con ella garabatea el suelo. Dibuja espirales, letras...
Abandonando su escritura, levanta la cabeza y le dice al abuelo:
-Entonces no entiendo. Si sabes que te vas a morir es que no eres inmortal y tú acabas de decirme que ya lo eres.
-Bueno, mi alma es inmortal. Yo moriré, y seguiré siendo.
Entre los árboles del bosque, se ve un trozo de cielo. Como un lago pequeño visto al revés, -piensa Janís-, un pequeño lago que esconde una inmensidad. Esta visión la hace estremecer. Mi abuelo es un lago, un mar.
-¿Te gusta estar vivo?
-¡Claro!
2)
El sol asoma entre los robles y ellos siguen caminando por el bosque. Janís va recordando los días de su niñez junto al mar, cuando el abuelo venía a buscarla para llevarla a la montaña. Hablar de la muerte de su abuelo le está dejando un extraño sentimiento de soledad. Janís observa a su abuelo de reojo. Siente nostalgia. No quiere llorar.
-No me mires de reojo, Janís, mírame de frente, siempre de frente.
Uno, dos, tres, cuatro pasos y Janís se detiene frente a su abuelo mirándole directamente.
- ¿Qué es lo que más te gusta de la vida, abuelo?
- Lo que más me gusta es estar vivo.
Janís continúa mirando a su abuelo. Sí, él está muy vivo, piensa. Y unas lágrimas discretas comienzan a correr por sus mejillas.
-¡Pero niña! ¿porqué lloras?- le pregunta su abuelo. Ven aquí pichoncito querido, - dice abrazando a Janís.
Entre los brazos del abuelo ella vuelve a sentirse protegida de todo. Así, a salvo, contra su pecho, le dice:
- ¡No quiero que te mueras! ¡Quiero que bebas del rocío de la luna!
El abuelo comienza a reírse. Su risa es franca, luminosa.
Perdona querida - dice con cierto pudor-. No quiero reírme de ti, es solo que siento mucha ternura en este momento.
La risa del abuelo es enorme. Una risa que abarca todo su cuerpo y el bosque. ¿Cómo un mar puede ser un bosque entero? El abuelo es así y se ríe... Janís ante esas carcajadas inmensas se siente herida, enfadada. La rabia le aprieta el corazón, le recorre el cuerpo hasta las piernas. Le pega una patada a su abuelo, mientras aúlla como una fiera.
-¡No te enfades, Janís querida! Ten un poco de paciencia para con este pobre viejo decrépito, calamitoso, senil y bobo, -dice el abuelo, fingiendo ser un pobre pellejo enclenque. -
¡Sí que eres un viejo bobo!¡El más bobo de todos! - grita Janís.
Y continúa gritando. Aúlla enfado, rabia, el misterio de la muerte... El abuelo aúlla con ella. Después de un rato de ser lobos, Janís, comienza a reír. Con ella ríen la rama, el tronco, el musgo, el camino. El abuelo la observa de frente, sereno: -así está mejor pichoncito. Anda, desayunemos aquí, junto a la fuente.
Sacan el desayuno: pan, olivas, queso, uvas, nueces. Los dos van comiendo en silencio, cada cual consigo mismo, escuchando los sonidos del bosque.
Terminado el desayuno, recogen los enseres, se ponen en marcha. Caminan por un sendero angosto. El abuelo va delante, la nieta detrás. De vez en cuando el abuelo se detiene para observar.
3)
Hacia el mediodía llegan a un pequeño prado en lo alto de la montaña, donde las nubes parecen cercanas. Descansan sobre la hierba, tan verde, beben leche de cabra. En silencio, disfrutan. Janís caminando por el lugar se ha ido acercando al barranco. La altura es enorme: abajo, las casas del valle se ven diminutas. Desde el fondo del barranco una espesa niebla comienza a subir hacia ellos. Janís se sienta en la hierba. Su abuelo se levanta de inmediato y sentándose a su lado, le pasa un brazo por encima de los hombros.
Algo está cambiando en el ambiente. La niebla es una figura con alas, corpórea, espesa.
Es un ser tan real como yo o como el sol -piensa Janís, mientras el ser alado de niebla va impregnando con su presencia todo el paisaje, borrando a su paso todos los contornos de las cosas.
De la tierra sube un olor acuático y los sonidos están suspendidos en el vacío. Yo también estoy suspendida en un vacío -sigue reflexionando Janís-, un vacío que me sostiene.
Janís, en la niebla, se sabe dentro de una criatura inmensa, más antigua que todo, tal vez inmortal. En una criatura así no hay tiempo, ni rocío de luna, ni miedo. Quizás haya un espejo, algo que refleja a quien engulle. A mí me está tocando la niebla y yo me siento parte de ella -se escucha pensando Janís- me estoy transformando en niebla.
Está anclada al momento por el brazo de su abuelo. Quién sabe en qué lugar de este ser está mi abuelo -se dice-, seguro que está viviendo otro paisaje.
Janís percibe algo, entrecierra los ojos intentando ver mejor en medio del gris que la rodea. Una figura comienza a recortarse frente a ella, cobra forma. Es un unicornio. Un maravilloso, blanco, perfecto unicornio. Y todo el lugar se llena de luz. Asombrada, Janís sonríe ante tanta belleza. Ya no tiene palabras, ni pensamientos.
¿Cuánto dura un instante así? ¿Deja de suceder en algún momento? …
La niebla ya ha pasado llevándose sus visiones, dejando sentados sobre la hierba al abuelo y a la nieta. El paisaje que los rodea está más nítido. Janís observa el rostro feliz de su abuelo. También ella está feliz. Se siente muy viva. Inmortal, como la niebla, como el lago, como el mar -piensa. Y siente ganas de vivir allí, para siempre, con su abuelo...
- ¡Bien! -dice el abuelo con jovialidad, mientras va poniéndose de pie. ¡Es hora de volver a casa!
Janís sonríe, le da la mano, y juntos, emprenden el regreso.
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7 comentarios:
qué bello tríptico!!!
me gustó acompañar a janís y su abuelo. la claridad con que trazas el viaje, todo tiene un aire de mañana recién nueva, olor fresco y pequeñas alas de insecto tornasoladas. me encantó ese lago abovedado en cielo, beber leche de cabra, y los espacios que quedan entre las palabras y los deseos.
Muy bonita historia, aunque por el puro título ya me estaba preparando para una historia de más allá de la locura. Oscura, ligeramente tétrica. Imaginaba al ser alado de niebla como de esos seres primigenios de Lovecraft o algo así, hasta al mismo Demurgio.
Pero me encuentro con un escrito tierno y ciertamente con algo de vestigios metafísicos, alquímicos y claro, poéticos.
Gracias por ello y sigo insistiendo, tus escritos podrían tener buenas adaptaciones cinematográficas...aunque...igual y ya luego los productores y directores para tener más público tendrían que desfigurar un poco la historia, a tal grado de poner chicas en bolas, drogas y demás...esperemos que no.
Me encanta la figura del abuelo sabio, benevolente, la templanza encarnada.
¿Es realmente tu abuelo disfrazado de personaje, Din?
Saludos y abrazos verdes y que tengas inspiraciones y sueños de colores camaleónicos.
n_n
Eva Peregrina: gracias. Que bonita lectura la tuya.También yo he disfrutado con todo este viaje.
Un abrazo
Hola Basiliskus! Me río imaginando la historia contada por los directtores ávidos de público: el abuelo toma alucinógenos e inicia a la nieta en ellos y por eso entran en la otra realidad. De este estado sale un unicornio que los redime. En la película se cuenta también el viaje del abuelo dentro del ser alado de niebla: una mujer de curvas calientes lo lleva por lugares lúbricos. Seguramente hay una persecución con coches... Y vuelve a salir el unicornio como una visión de pureza infinita.
Creo que el abuelo de esta historia es un abuelo de mi interior -seguramente basado en mi amor hacia el abuelo que conocí-. O quizás es el abuelo de Heidi o un abuelo Don Juan Matus (que me gusta tanto). En todo caso es un abuelo interior.
Un abrazo a tus escamas!
Hola Din.
Mancantao la lectura...y gracias por hacerme un huequecito en el lateral de tu blog.
Una abraçada.
Dinorah...
Jah, esa visión es más bien del cine de hollywood! haha! Nomás falta que luego que entonces el gobierno de Estados Unidos y de las potencias mundiales digan que esa niebla sea un arma de destrucción masiva de tu gobierno totalitario para acabar con el mundo y la prosperidad del mundo. Por lo cual una invasión es inminente.
Creo que tu visión es suficiente y basta.
Me quedo con ella.
Por cierto, ya que mencionas a Don Juanito Matus...¿a poco ya te has aventado toda la sage de Carlos Castaneda? jehe, muy buenas las historias y la psicodelia (enseñanzas incluídas)
Muchos saludos nuevamente Dinorah,y gracias por tomarte el tiempo y la molestia de contestar =),
Nos estamos leyendo y gracias nuevamente por tus escritos.
Son como un bálsamo relajante e infusión de buena salud y claridad mental, después de un día largo y cansado =D.
Hasta otra!
Dino lo grandioso es que tus palabras evoquen imágenes .(despues de tanta droga algo enraizó en tí)me encanta eso que lo que escribes me hace creer nuevamente en la palabra.gozar de la lectura y liberar mis ojos de tanta imagen televisiva!
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