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Te envío esta carta bosque.
Esta carta ramas y raíces.
En ella te cuento pasto hojas secas en el suelo húmedo, con mi caligrafía enredadera enmarañándose en los troncos. Y en las copas.
Quiero decirte que bosque umbrío. Sol distante. Silencio profundo sustrato tiempo.
Y eco...
Te recuerdo hecho arroyo, fuente, musgo húmedo. Ciertas mañanas neblinosas. Y oscuras noches de búhos y de liebres temblando en sus madrigueras.
Tengo noches escondidas en los pliegues de estas letras tinta.
Letras árbol, arbusto, piedra,
rayo tormentoso
y canto de algo. De algo que me contaste en susurros.
Creo que me contaste que canto de algún dios. Antiguo. Pagano habitante del bosque recóndito.
Tengo dioses escondidos en los pensamientos vegetales, en los sueños.
Y en los dedos.
Me despido, con rocío y ardillas, esperando que llegue a tí esta carta nido llena de noticias,
y que la entiendas.
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2 comentarios:
querida,
en mi alma también pájaros encendidos de arces y robles. todas las hojas rojizas del bosque se me caen caen. Soy así como la lluvia vegetal, y por eso te entiendo. tu canto tiene muchas almendras también, y ahora, junto a las cunetas de los caminos, lo siento florecer, toda la copa del canto rosada y emperifollada de amores.En cuanto a los buhos, las lechuzas y todos esos seres alados de ojos redondones y ateneos, no me hablaes, vinieron a mis tejados y me lo pusieron todo perdido de premoniciones y tratados de filosofía china. ¡como ululaban y en cuantas lenguas! De aquellos dioses llenos de cuernos y de sombra, claro que me acuerdo, sobre todo cuando pongo el oído en mi corazón antiguo, el que tengo escondidito en esa cajita azul que tu sabes (la de ultramarinas no, la otra, la que vino por el hermano gemelo del sueño). Y también me laten, para qué negarlo, tan paganos y rugidores como siempre. Yo les doy mucho café y tinta indeleble, para que no se mueran.
Hermana mía, me despido con aurora y agua de manantial, como las ancianas mujeres de cabellera pelirroja. Ya sabes que soy un poco sentimental. Que esta carta duende te acompañe, y que la entiendas.
Peregrina
Hermosa doncella,
Lamento lo de tus tejados. Son cosas por las que se pasa cuando las aves comienzan a explicarnos. De todas formas, gacela, es una alegría que entiendas los verdores que me pueblan.
Iré al encuentro de las mujeres de cabellera rojiza y de aquellas otras de rostros azules, para entender las historias nuevas.
Toda yo llena de caminos de hormigas, me despido.
Besos
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