domingo, 28 de noviembre de 2010

Juego aburrido

Ha comenzado el juego. Solo se ve un jugador, no aparecen más jugadores. El único que quiere jugar espera: instrucciones, jugadores, indicaciones. Tiene tantas ganas de jugar que espera y se sorprende con todo lo que pasa; piensa por ejemplo que las hojas que caen en otoño forman parte del juego y que quien pise más hojas está ganando algo, no sé qué -él tampoco lo sabe-. También piensa que los jugadores están escondidos, observando sus movimientos y creando sus estrategias -no sabe cuáles ni para qué-. Él piensa. Juega solo, pensando que juega con muchos o por lo menos con uno, aunque sea. A veces intuye pistas, otras veces intuye lagos y ciénagas. Hay momentos en que se asusta y piensa que está perdiendo (le encanta ganar). En otros recupera la risa y se sabe el ganador absoluto de algo, que en el último momento se sabrá qué es. Él piensa. Piensa que ese algo es grandioso, hermoso. Fantasea con ese premio y ese final de partida saboreando de antemano el próximo juego. Y aunque le pone ganas y esmero, hay veces en las que se aburre: no encuentra jugadores, ni reglas, ni indicaciones. Y en esos momentos piensa -él piensa- que ese juego así planteado, en realidad es muy aburrido. Se rasca una pierna o una oreja y piensa: "¡Qué juego de mierda!" 

2 comentarios:

gabriel dijo...

... Cada cual cada cual
que atienda su juego
y el que no, el que no
una prenda tendrá.

Eva Hibernia la peregrina dijo...

siempre hay una liebre de marzo a punto de saltar al juego!!!