jueves, 1 de febrero de 2007

Un 31 de enero en Barcelona...

Alrededor de las ocho de la tarde comenzó la lluvia.
¡Llueve!
La ciudad se limpia de tensiones, los seres humanos nos tomamos nuestras rutinas de otra manera, el aroma de las calles cambia.
Llueve. Y esto me hace muy feliz.
Llueve. Y esto me abre las puertas del milagro.

4 comentarios:

Matego dijo...

En algunas culturas consideran que el agua tiene propiedades divinas, capaces de transformar, de limpiar al ser de cualquier impureza como se hace en un bautizo o sumergiéndose en un río como hacen algunos en la India.

Saludos!

din dijo...

Hola Mateguín!...¿Sabes? Por aquí, por Barcelona, cada vez llueve menos y yo echo mucho, mucho de menos la lluvia. Cada vez que llueve (creo que he contabilizado dos veces en este invierno)siento que sucede algo mágico: la ciudad se convierte en un acto poético, en una canción asombrada que nos vuelve un poquitito más humildes. Algo así es lo que siento.

Besos.

Din

Anónimo dijo...

La lluvia es necesaria. No por lo obvio, lo sencillo: el ciclo del agua.
La lluvia es necesaria para que se depositen todos los retazos de sueños, ilusiones y deseos que andan flotando como polvo de acaros en el aire de las ciudades. Igual que si fuera un Nilo global, la lluvia hace que desciendan y sedimenten los sueños.
Saludos Dinorah.

din dijo...

Muchas gracias por tu comentario: me encanta.
Saludos para tí también