domingo, 22 de septiembre de 2013

Domingo a la mañana

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Tomo un tren de poesía y sombra. En el vagón vacío, abandonadas junto a la puerta, un par de zapatillas. Me siento. En la ventana, un breve dibujo adolescente y una inscripción: Sonríe -dice, Sonríe!!


Propera Parada: Vilassar de Mar

Viajo en este tren, salado, de costa, que se mueve como abriendo surcos en la mañana. Se detiene en las paradas, recoge pasajeros bostezantes que buscan refugio en los asientos, cada cual -incluso yo- construyendo su casa, su pequeña burbuja transitoria que dura lo que dura el viaje. Así, el coche en el que viajamos se llena de detalles pintorescos: miro el bolso enorme y rojo de la señora que lee algo en su móvil; miro la bicicleta matutina del chico que se adormece con los brazos cruzados; miro mi propio equipaje, instalado en el asiento ante mí; miro mi languidez -que me devuelve la mirada-; miro mis amagos de recuerdos, desplegándose despacio mientras el tren llega a la siguiente parada. ¡Señoras y señores, nos dirigimos todos -cada cual a su tiempo- para el lado de la muerte! ¡Sin tregua, señoras, sin falla, señores! ¡Para allí vamos, enfilados y listos! Le pido a esta voz que se calle. Que te calles, te digo, que no te quiero oír. Me miro mirando hacia afuera, más allá del dibujo alegre que pide sonrisas (Sonríe, dice, Sonríe!!), es el primer día del otoño, algún bañista aún se atreve y danza con el mar.



Propera Parada: Ocata


Ocata, ya. Se abre un túnel en el espacio, entre la señora del bolso rojo -que ahora lee una revista- y un señor mayor, ensimismado: por él se deslizan mis recuerdos. Como son de la infancia, se instalan en la bicicleta matutina del chico, que ya duerme, de brazos cruzados. Ahí están: unos sentados en el manillar, otros en las ruedas, alguno en el asiento. No quiero verlos; no puedo dejar de verlos. Parece que fuera la noche: todo se oscurece; una luz amarilla enfoca la bicicleta y me veo, de pequeña, haciendo mis cosas de niña pequeña, rodeada de gente que amé, que me amó, que amo, que me ama. Ese amor es lo que me reconforta. ¿Qué mierda de tren es éste? ¿A dónde me lleva? ¡Y no me digas que a la muerte, voz de loca que me vives, porque me está llevando a otro lado! A una emoción, a unos cuantos, eternos, momentos. Al nudo en la garganta, a un llanto inocente, primer día de otoño, primer día.


Propera Parada: Badalona

Vuelve la luz. Mis recuerdos se bajan con el chico de la bicicleta; me saludan sonriendo. Me sueno la nariz, me instalo en el corazón y me dejo abrazar por los de mi casa, por los que me ayudaron a crecer, por la gente vieja que vino antes de mí y que son origen de mi origen. Me arropan. Ellos hicieron este viaje, antes, mucho antes; también ahora; me entienden, me saben: son mi sangre. Las zapatillas siguen abandonadas junto a la puerta. Sonríe, dice la inscripción del dibujo, Sonríe!! Y sé que estoy en mi lugar, en el que me toca. Ya no se ve el mar. De mi equipaje saco un libro, lo abro y empiezo a leerlo por la primera hoja.

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5 comentarios:

Gabriel dijo...

Sonrío.

din dijo...

Y yo.

Unknown dijo...

Oh... qué viaje!
La voz de la loca que habita en mí dice que qué bueno estar contigo en el mismo vagón.

Unknown dijo...

La voz de la loca que me habla a mí dice que qué suerte que vayamos en el mismo vagón.

din dijo...

Qué bien... Me siento acompañada, en el viaje y en la locura... Gracias.