jueves, 23 de junio de 2011

Carta con café y contigo

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Una carta de las que llegan por correo. Reconozco tu caligrafía firme y nerviosa. No es momento para leerte; sin embargo abro el sobre con cuidado.
Guardo tus letras en un hueco de mi bolso; salgo al calor de la calle. Voy caminando por las sombras amables recorriendo el camino de las compras: a mitad de calle hacia la derecha, la panadería; unos metros adelante, cruzando la esquina, llego a la frutería; camino unas calles hacia abajo donde vive la herboristería.
Recorro la ruta del barrio. Hablo con vecinos que ahora se agobian por el sol y que hace unos días lo hacían por las lluvias. Intercambio frases con los comerciantes. Hago cuentas.
Parece ser que tus palabras escritas se escapan de mi bolso, que se acercan a mi oreja o a mi corazón y me cuentan cosas tuyas. Camino recordándote. El recuerdo puede ser una estación magnífica, a salvo de lluvias y calores.

Recordándote entro en el ascensor.

¿A qué piso vas? -me preguntas.
Al quinto.

Se cierran las puertas, entramos en otro viaje.

Me alegra haberte recibido hoy -te digo mostrándote el sobre con tu carta.
Y a mí haberte escrito.
En estos días te venía pensando. Quería contarte ciertas cosas.
¿Sobre el amor?
Sí. Últimamente estoy amando.
Ese puede ser uno de los regalos de la maternidad...
Estoy entendiendo que amar es difícil y muy fácil a la vez.
Bueno... es un inicio.

Te miro a los ojos:
Qué hermosa se te ve.
Llegamos -me dices sonriendo.

Mi casa.
Del recibidor a la cocina, unos pasos.
Preparo el ritual: la cafetera, el café, el agua. El fuego que se abre como una flor y el aroma de la infusión se esparce por la casa.
Me asomo a un estante; galletas... No, mejor no. ¡Tostadas! Sí: mantequilla, mermelada. Estiro sobre la mesa el mantel que me regalaste. Las servilletas. Coloco todo en mi personal orden y me siento.

Saco tu carta y la leo.
Me cuentas:

El amor es una elección, un estado y un camino.

Y desde mi sustrato más profundo, sé que lo que me cuentas, es verdad...

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6 comentarios:

David dijo...

Una vez, hace tiempo, charlando con unos amigos llegamos a la conclusión de la importancia de coger el tono de la persona que escribe. Cuando pensamos, usamos nuestra propia voz, tenemos un tono, que el escritor modifica a trave´s de lo spersonajes y los diálogos que mantienen entre ellos o del simple hilo de la narración. Cuando ese tono no llega, no entra, sea por la razón que sea, la lectura se suele hacer larga y aburrida, incluso se llega en ocasiones al abandono de la misma.
Dinorah, me gusta tu "tono". Me gusta como escucho tus palabras en mi cabeza mientras las leo y la armonía que existe en ello.
Gracias.

din dijo...

David: te dejé una respuesta en este mismito blog y veo que no ha sido publicada! Hay qué ver: boicoteada por el propio blog.

Bue, a riesgo de repetirme, te digo: leyendo tu comentario me pasó que me atrapó tu "tono". Sí, tu tono me entra bien.

Y por otro lado ¡cómo me alegra saber que mi tono te gusta! Para mí -en esta faceta de escritora-, es algo muy bueno.

Gracias David, por leerme y por comentar.

Un abrazo.

Eva Hibernia la peregrina dijo...

Querida,

estoy de acuerdo con David. Hay una sencilla alegría en esta entrada, y siempre me siento muy invitada a acompañarte en tus escritos, y el viaje es hermoso y puedo fluir por él con mucho placer. Estás escribiendo perlas maravillosas, llenas de encanto. Gracias por abrirlas al mundo.

din dijo...

Gracias Eva; muchas gracias, por el comentario y por la compañía.

Un abrazo!

marina dijo...

placer leerte, como siempre...
gran verdad que el recuerdo es una estación magnífica, y a esa estación me llavaste, y sin paraguas ni sombrilla estuve en el pisito de Guardia leyendo a Alejandra entre el humito santo y el te de bancha.
gracias por pagarme este billete!!!
te quiero

din dijo...

También me fui de viaje con tu comentario, je. Recorrí tu piso, la mesa del salón, algunas tardes, noches y mucha creatividad.
Estación recuerdo...

Gracias preciosa,
te quiero.