domingo, 10 de octubre de 2010

Viaje a Acantilado

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Un acto de libertad. Un acto de creación desde las ganas de celebrar la condición humana. La condición individual, diferente, de uno y de cada uno. Y la unicidad del todo. Un acto libre para cantar la delicia de ser uno y único. El derecho a seguir el camino individual, solitario, que va más allá de todo rebaño. Fuera de Rebaño hace frío. Acechan el miedo, la duda y lo incierto a cada paso. La inseguridad es constante.


El camino que conduce a Acantilado -y que te lleva muy lejos de Rebaño- es empinado, cansado y está custodiado por un monstruo. El monstruo, a primera vista, parece estar dormido. Cuando el viajero intenta seguir el camino, el monstruo despierta y asusta. Aquí se presentan dos opciones para el viajero: volver a Rebaño o seguir hacia Acantilado cueste lo que cueste. Generalmente el viajero muere antes de llegar a Acantilado. Y no es una muerte apacible. Morir con el monstruo es una tarea dolorosa, hasta el momento en que se aprende a morir. Después llega el momento de nacer. Y no es un nacimiento fácil: se nace a una inmensa soledad. Siempre se puede regresar a Rebaño y volver a intentarlo cuando el recuerdo del viaje fructifique en el interior del viajero. Si el viajero sigue adelante, después de haber nacido, si aprende a estar en soledad, puede asomarse a Acantilado.

Acantilado es un lugar hermoso, sobre un abismo a la altura del vértigo. Algunos viajeros en el fondo del abismo han visto mares, otros rocas. De todas formas poco importa el fondo, lo único que interesa en este momento es la promesa que el viajero lleva dentro. Su palabra de libertad. Este es el momento del salto y no hay vuelta atrás. ¡Saltar al abismo y lograr el vuelo! A partir de aquí comienza otro viaje y éste es el viaje para aquellos que buscan llevar una vida verdaderamente humana.

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2 comentarios:

Basiliskus dijo...

Perfecto =)

Me hace pensar en los mugrosos líderes políticos y financieros (el moooonstruo), en alguno que otro sueño lúcido (por lo del vuelo) y también en esa bonita película "la historia sin fin" (tanto la 1 como la 2), nada más faltaría Falkor, el perro-dragón.
Es difícil escapar de la rueda de la vida, ¿hah?
Pero da gusto que hayan personas dueñas de si mismas y de sus almas.
Cómo Usted, che =) hehe
Gracias una vez más Dinorah
Saludos desde un país de un continente lleno de borregos encabritados

din dijo...

El monstruo, está afuera y adentro.
Los políticos, también.

Un abrazo