martes, 5 de octubre de 2010

Las diferencias entre el Emperador y yo

1)

El Emperador y yo somos diferentes. Apenas coincidimos en dos o tres cosas fundamentales. Por lo demás, como quien dice, somos el día y la noche. Él es el día y yo la noche. A él le gustan el sol y la luna, a mí, la noche cerrada. Él abre las ventanas, yo, las cierro. Y también cierro las puertas, por si acaso.
Digamos -sin entrar en autodefiniciones- que tengo cierta propensión a la deslealtad, al avasallamiento del prójimo, a mentir y decir falsedades -que casi casi es lo mismo pero no-, a la mala leche, al malhumor, y a la tozudez. Y a pesar de lo dicho soy una buena persona. Indecente, malpensada y malhablada, no obstante buena persona.
El Emperador, en cambio, es educado, refinado, sensible y sutil, generoso, gentil y galante, franco, cordial, experto en artes marciales y gastronómicamente apetecible. Con esto último quiero decir que el Emperador está buenísimo. Es bello, endiabladamente hermoso, angelicalmente obsceno en su belleza sensual y etérea. Despierta pasiones y deseos calientes. Yo no. Para nada soy así. Soy fea, canija y tengo un rictus de asco permanente en mi rostro. Además soy celosa, muy celosa. Por celos le hice dos tajos en la cara al Emperador, en dos ocasiones diferentes, con la navaja que siempre llevo conmigo. Cada vez que lo hice - lo de los tajos, digo- me sentí muy mal, todo hay que decirlo. Me puse histérica. Me dolía verle sangrar. Me dolía pensar en su belleza dolorida. Me dolía su inocencia. Me dolían mi locura y este mundo que no entiendo. El Emperador me consoló las dos veces. Logró hacerme sentir bien, como siempre lo hace. Y la segunda vez me hizo prometer que jamás volvería a utilizar mi navaja o cualquier otra arma en su contra. Lo prometí y vengo cumpliendo. Yo, que cuando doy mi palabra por algo, me río por dentro disfrutando de antemano del incumplimiento, vengo cumpliendo. Él logra que yo cumpla lo que le prometo. Y eso me asusta. Mucho...


2)


Por otro lado, me salió el tiro por la culata: las dos cicatrices de su cara le dan el toque de misterio terrenal que a su belleza le faltaba. Esas dos cicatrices lo hacen tan atractivo que apenas puedo mirarle. Compruebo que le pasa lo mismo al resto, a los otros. Se mueve algo intenso cuando se le ve. A mí me tiemblan las piernas, se me acelera el pulso, me vuelvo más huraña, torpe. Y lo veo todos los días en nuestra casa. Por eso estoy cada vez más y más callada. En cambio él llena todos mis silencios, porque a él le gusta hablar. Su conversación es variada y amena; su pensamiento, profundo y filosófico. He aquí otra diferencia entre los dos: a mí, ni me gusta hablar, ni me gusta pensar. Él lee, yo no. Me gusta el alcohol, él lo odia. Él viene de una "buena familia" y yo de una ¿familia?..


3)


La gente no entiende qué hacemos juntos. Nosotros sí lo entendemos: en el fondo, yo soy igual a su brillante madre muy presente; él es igual a mi maravilloso padre ausente. De alguna manera, nos lamemos las heridas y nos damos el uno al otro el amor que nuestros progenitores no pudieron o no supieron darnos. Y además lo superamos, vamos más allá de ese amor que buscamos como locos desde que nacimos, vamos el uno hacia el otro en este viaje de espejos. Muchos de quienes nos conocen no se acostumbran a vernos juntos. Sin embargo es así. Es así desde hace años, pasando por nuestro inicial concubinato, el matrimonio y tres hijos.


(A suivre?...)

4 comentarios:

Eva Hibernia la peregrina dijo...

que interesante relación y qué divertida forma de contarla. esta canija tiene mucha gracia en el verbo.

din dijo...

Como dijo el poeta:"¡Ay!...¡esa canija!"

Saludos amorosos

Basiliskus dijo...

Por eso a muchos hombres les aterra el matrimonio...incluso a un emmperador...de saber que la linda, bella, tierna, inocente y cautivadora mujer de esnsueño, se convierte en una horrible arpía gorogonienta con comportamientos erráticos, corrosivos y asesinos, la ventaja es que el emperador tiene muchas otras concubinas, para liberar el dolor y la amargura que la emperatriz real le deja...el único emperador fiel y leal a si mismo y a su amada mujer, es el pingüino emperador XD...
No, ya, ya, fuera de broma, bonito micro - relato, Din.
Suena a que podría convertirse en prometedora película romántica, casi tan buena como una de Bollywood!

din dijo...

Creo que la mujercita de esta historia siempre ha sido así. Seguramente eso es lo que al Emperador le encanta de ella.

Los dos llevan una relación bastante neurótica, aunque parece que van entendiendo cosas... La verdad es que cuando la mujercita de este relato apareció por mi cabeza y me contó esta historia, me explicó tantas cosas, que no me daban los dedos para escribirlas... Si llego a recordar algo más, seguiré escribiendo.
¡Quién sabe: a lo mejor vuelve a visitarme un día de estos!

Nos vemos en Bollywood!