La otra

Resuenan débiles murmullos de voces apagadas, voces secas. Aguzo mis sentidos en medio de la oscuridad, intento oír y no sé cómo empezar...¿Qué dicen esas voces? ¿De qué lejanías llegan hasta mí? No me puedo mover, pesos extraños y suaves me sujetan caprichosamente. ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué a esta oscuridad? Olfateo el aire compacto como un animal herido: huele a muerte y a silencio muerto. Silencio de secreto putrefacto guardado bajo llave.

Olfateo el aire como un animal herido y descubro que estoy herida, mi muerte querida está herida y cojea a mi lado sin poder abrazarme, sin poder consolarme. ¿Pasa el tiempo? No lo sé, a veces me parece que sueño, otras que vivo, pero siempre termino despertando en el mismo lugar oscuro y olfateando el aire como un animal herido.

Hoy estoy escuchando otros murmullos diferentes - no los rumores de aquí, de este lugar inanimado, sino otros- que vienen de fuera y tienen un eco de vida. Voces femeninas, como las de aquí, solo que vivas... Estoy alerta y siento que mi sangre corre y tengo ganas de reír, solo que espero con cautela. Espero.

Los murmullos crecen, de pronto se callan. Algo gira:¡ es el sonido de una llave, lo sé!.. lo recuerdo de hace tiempo, lo recuerdo...gira una llave... estoy nerviosa, ¿qué es esto? ¿qué pasará? tengo ganas de reír y no puedo...no puedo por nervios y por emoción y que estoy escuchando, ya, ya... algo pasa...

¡Sí! ¡Se abre una puerta, conozco el sonido!

Luz.... ¡Oh!...¡Cuánta gente muerta me rodea! ¡Cuántas mujeres muertas! Ahora lo recuerdo: estoy en la habitación donde Barbazul nos entierra. Y aquí está, mirando con ojos desorbitados en medio de sus dos hermanas, la nueva mujer, la predestinada. Aquí está gritando y pronta para escapar de esta escena torturada.

Me dejo caer de encima de la pila de cadáveres. Algunas de mis hermanas muertas me gritan: “¡ten cuidado, no te hagas daño!” “ ¡Qué tengas suerte!” “ ¡Redime nuestro agravio!” Me arrastro fuera de la habitación aprovechando que la otra mujer de Barbazul y sus hermanas están afuera llorando e intentando entender lo inexplicable. Debo darme prisa, ya que en un momento u otro vendrán a cerrar la puerta con la llave que sangrará sin remedio. Cerrarán la puerta como hice yo, como hiceron las otras, hace tanto tiempo... Atravieso el umbral de la puerta como un gusano y me escondo en el rincón más oscuro del corredor sombrío y espantoso. Estoy feliz. Respiro aire fresco. Estoy feliz, soy una parte del secreto oscuro y estoy saliendo a la luz. Soy el secreto. Ahora sí que río de alegría.

Me cargo de fuerza y comienzo a caminar por la casa. Soy la señora de la casa. O lo fui alguna vez. Camino asustando a la panda de criados hipócritas que no quieren saber lo que se esconde en el subterráneo del castillo. Camino hecha girones y ojeras azules y cabellos que caen y casi cráneo fuera. Me alejo de la casa torturante, mientras escucho los alaridos de pánico del gentío estúpido que vive presa del miedo y de la esclavitud.

Sé a dónde voy. Voy a la fuente. La fuente clara, la que alivia y cura.

El paseo ha sido grato. Los pájaros cantan y yo estoy bebiendo el agua de la fuente. ¡Qué frescor! Me inunda la gratitud. Me quito la piel que me queda y hecha huesos me sumerjo en la fuente. ¡Qué placer! Me tomo mi tiempo, nado, giro bajo el agua, hablo con la Ondina, río, lloro, juego con los pequeños espíritus naturales y emerjo transformada.

Aquí estoy: con mi cuerpo completo, con mi boca con labios, con mi grito de vida, de nacimiento, de alegría... La Ondina me regala una botella infinita, con agua de la fuente. Soy un secreto transformado: soy verdad, soy una fuerza de la naturaleza.

Y me dirijo al castillo maldito para salpicar con esta agüita al resto de mis hermanas dormidas... y sanarlas.